La Felicidad según Aristóteles




Osmel A. Rivas Contreras 
Ig.: @osmelalbertorivas

Existen corrientes del pensamiento que han tratado a lo largo de su propia existencia de explicar el origen de la felicidad, o al menos, han procurado objetivizar su concepto. El problema es que la felicidad, como muchos han notado, es un concepto muy sujetivo, toda vez que la misma se define dependiendo de cómo se mire, o de los criterios o sistema de valores que tenga el observador. 

En este sentido, los budistas definen la felicidad como la capacidad que tiene toda persona de aceptar su realidad tal cual como ocurre y ser uno con el Universo por medio de la meditación conciente, cosas que coinciden en gran medida con los estoicos griegos y los existencialistas modernos. Por su parte, para los cristianos, el amor fraternal y la fe son la clave para alcanzarlo, sin dejar de mencionar la aceptación de Jesús como su salvador y redentor. 

Aristóteles, en su obra "La Ética a Nicómaco", señala que la felicidad sólo se alcanza por medio de la virtud, la cual ésta se define como la capacidad que tiene todo ser pensante de elegir el justo medio de las cosas, dentro de lo licitamente permitido, a través de la razón. No obstante, en su obra "La Retórica", ofrece un estudio mucho más detallado de la felicidad, describiendo las condiciones internas o externas que deben reunir un particular para considerarse feliz. Lo que me sorprende de este nuevo concepto, es que no deja de tener en su argumentación, mucha razón y sentido común, sin ofrecer soluciones mágicas que a la larga no funcionan en la realidad. 

En este artículo, abordaremos el concepto de felicidad, según Aristóteles. 


ANTECEDENTES

Cómo ya mencioné, Aristóteles hace una descripción detallada sobre las condiciones internas y externas que alguien debe reunir para considerarse feliz en la Obra "La Retórica", especificamente en el capítulo V, Libro I. Fue escrito en el Siglo IV a.C., y puede categorizarse como un tratado en el arte de la persuación; de ahí su nombre.

Su contenido no fue planeado para publicación o incluso para ser recopilado en un sólo formato, sino que nació de la intención de su autor de unificar apuntes e ideas para sus estudiantes. Es decir, que su creación fue con fines didácticos o pedagógicos. 

La Retórica fue desarrollada durante muchos años y en dos periodos diferentes en Atenas, surgiendo como una forma de expansión de las ideas y críticas expresadas por Platón anteriormente, pero que luego Aristóteles desarrollo de tal manera que esta colección de ideas se convertiría con el tiempo en la piedra angular de toda una rama de la filosofía y el pensamiento occidental. 


LA FELICIDAD

Para Aristóteles, la felicidad es un concepto que está ligado con la virtud, la independencia económica, la vida placentera unida a la seguridad, la pujanza de bienes materiales y de cuerpo juntamente con la facultad de conservarlos y usar de ellos. En este sentido, señala además que son partes intrínsecas de la felicidad los muchos y fieles amigos, la riqueza, la nobleza, la bondad, la abundancia de hijos y la buena vejez. Del mismo modo, incluye dentro de este concepto las excelencias del cuerpo como son: la salud, el porte, la belleza, la fuerza y la capacidad de competición. Asimismo, incorpora la fama, el honor, la buenas suerte y la virtud, sin dejar de mencionar los elementos que ésta la conforma: la valentía, la justicia, la sensatez y la moderación.

En resumidas cuentas, para este filósofo, una persona feliz es aquella que posee seguridad y bienestar económico, así como cualidades intrínseca que los hacen ser valorados por quienes los rodean, tales como la inteligencia, el buen caracter, la moderación y la sensatez. Tales virtudes, al menos en principio, lo hace ser acreedor de muchos y fieles amigos y de relaciones interpersonales muy fructiferas y duraderas. Ademas, la buena salud es muy importante, ya que aporta al beneficiario, aunado a la belleza, la fuerza y el porte, no sólo bienestar físico y personal sino también la oportunidad de tener exito en el amor de parejas, garantizando en la mayoría de los casos, una buena y numerable descendencia. 

Se puede presumir de su lectura que tales cualidades deben reunirse de manera taxativa en una persona para considerarla feliz. Ahora bien, Aristóteles no toca en su enumeración aspectos relacionados con la psique de la persona, lo cual, en opinión de este columnista, lo considera muy importante, ya que puede que tal individuo posee los bienes antes citados y pese a todo, no sentirse feliz. Recordemos que la felicidad es un concepto muy sujetivo, me atrevería a decir, un sentimiento de plenitud y bienestar que una persona puede experimentar muchas veces sin tener alguno de los requisitos antes enumerados. 

Podemos adelantar como conclusión, con base en todo lo anteriormente expuesto, que Aristóteles aborda la felicidad desde el punto de vista del observador, de quien juzga, -basado en ciertos criterios externos- y no de la persona observada quien realmente lo experimenta. 

A continuación, vamos a exponer, siguiendo la filosofía de Aristóteles, las distintas cualidades internas y externas, que se debe poseer para considerarse feliz pero de forma mucho más detallada, definiendo cada una de ellas. 


PARTES DE LA FELICIDAD

Comencemos en primer lugar con la nobleza. Para Aristóteles, una persona tiene nobleza cuando es de origen legítimo, de decir, hijo de padre y madre dentro de un matrimonio legal y legítimamente constituido. También se manifiesta cuando sus primeros ancestros han sido famosos por su virtud, sus riquezas o por cualesquiera otras razones igualmente honorables. 

Con respecto a la bondad y abundancia de hijos, éste se manifiesta cuando se posee una buena descendencia, valga decir, tener hijos propios que se destaquen por su porte, su belleza, la fuerza y la capacidad para la competición, así como, en lo tocante a la personalidad, en la moderación y la sensatez. 

En lo concerniente a la riqueza, ésta debe ser abundante, siempre que los bienes que la conforman sean propios, esto es, adquiridos de forma legítima, que sean utiles y dignos de un hombre libre, sobresaliendo en su cantidad, extensión y belleza. En este punto, Aristóteles distingue los bienes utiles de los dignos de un hombre libre, definiendo los primeros como aquellos que son productivos, es decir, que generan una considerable rentabilidad líquida para su propietario, mientras que los segundos sirven sólo para su goce y disfrute, dignificando a quien la posee, proporcionándele un mayor estatus como consecuencia de su uso. 

Dentro del mismo concepto de riqueza, Aristóteles además incorpora dos elementos fundamentales tales como la seguridad y la propiedad, definiendo el primero como la condición de que se posee algo de tal manera que pueda hacerse uso de ella a discreción, mientras que el segundo hace alusión a la facultad de disponer sobre el bien, lo cual se traduce en la atribución de transferir la titularidad del mismo hacia un tercero, por medio de la venta o donación. 

Para Aristóteles, en suma, la riqueza de un hombre radica más en hacer uso de los bienes que simplemente poseerlos.

Otra parte de la felicidad es la buena fama, la cual estriba en ser considerado por todos como virtuoso, o poseer algo de tal naturaleza, que aspiren a ello, todos o la mayor parte de las personas, especialmente consideradas buenas o sensatas. 

El honor, un concepto muy ligado al anterior, es el signo (o reconocimiento público) de que se posee la buena fama, de ser capaz de obrar bien, de realizar cualquier hazaña o habilidad que muy pocos hacen, algo que, en su realización, destaque o rompe lo normal y cotidiano. Para Aristóteles, obrar bien significa a la salvación de la vida -o a cuanto es causa de su existencia-, (podríamos resumir esto, en pocas palabras, como un acto heroico que procura salvar la vida de alguien o de un bien particular, de mucha trascendencia por su valor y significado), la riqueza o a cualquiera de los otros bienes cuya posesión no es fácil, en un tiempo y lugar determinado. Las partes del honor son: los sacrificios, las conmemoraciones en versos y prosa, los privilegios, los recintos consagrados, los sitios de preferencias, las tumbas o mausoleo, entre otros.

La excelencia del cuerpo reside en la salud, y ésta debe ser de tal naturaleza que sea posible servirse del cuerpo sin enfermedades. Esto es tán obvio, que no requiere de mayores explicaciones.

En lo concerniente a la belleza, es diferente en cada una de las edades. La belleza del joven consiste en tener un cuerpo útil para los ejercicios fatigosos, y que además resulte placentero a la vista de los espectadores. Por tal motivo, Aristóteles señalaba que los jóvenes más bellos son los que participan en el pentatlón, ya que por naturaleza, están dotados para los ejercicios de fuerza y de velocidad. Asimismo, su porte debe sobresalir en estatura, volumen y anchura sobre los demás, siempre que no entorpezca la agilidad de sus movimientos, o que incurra en excesos que pueda dar al traste con su apariencia. 

Por su parte, la belleza del hombre maduro radica en la aptitud para los trabajos de la guerra, así como en que parezca ser al mismo tiempo agradable y temible. Podriamos resumir en este punto que, para Aristóteles, la belleza de un hombre de mediana edad estriba en su aptitud para los trabajos de planificación y estrategía, su comportamiento acorde a su edad -lo que lo hace respetable frente a los suyos-, y una actitud que refleje en su conjunto amabilidad y seriedad al mismo tiempo. Finalmente, la belleza del anciano reside en la suficiencia para resistir las fatigas necesarias y en estar libre de dolores por no sufrir ninguno de los inconvenientes que afligen a la vejez. Es decir, la belleza del anciano radica en su autonomía y que goce de buena salud a pesar de los años.

Con respecto a la buena vejez, ésta debe ser lenta y sin dolor. En tal sentido, no es bueno una vejez acelerada, ni mucho menos lcon lentitud pero con mucho sufrimiento. Ella misma procede de las excelencias del cuerpo y de la fortuna. Pues el que no está sano, o no es fuerte, no estará libre de padecimientos ni de dolores, así como tampoco se puede llegar a la longevidad sin la ayuda de la fortuna. En este sentido, la fortuna puede traducirse hoy en día, dentro de este aspecto, como buena genética, es decir, que posea ascendencia longeva o que tenga un historial médico familiar carente de enfermedades crónicas como la diabetes, el cancer, etc. 

En otro orden de ideas, para analizar lo que implica tener muchos y fieles amigos, sería preciso previamente definir lo que es un amigo. En tal sentido, Aristóteles define al amigo como aquel que pone en práctica, por causa de otro, lo que juzga que es bueno para ese otro. Entonces, quien dispone de muchos conocidos de esta clase, tiene muchos amigos y, si además son hombres honrados, entonces tiene amigos fieles. 

Ya para concluir, tenemos la buena suerte. La mayoría tenemos una noción, al menos llana, de lo que es. Ésta se puede definir como la situacion en la que se obtiene de manera inesperada algun beneficio, tanto desde el punto de vista material como desde el punto de vista espiritual. Un ejemplo sería, cuando se gana la loteria, o cuando una persona sana de una enfermedad pese a los pronósticos adversos. Más o menos así también lo define Aristóteles, pero con otras expresiones, las cuales veremos en seguida. 

La buena suerte reside en que se produzca y alcance, respecto de aquellos bienes cuya causa es la fortuna, o todos o la mayoría o los más grandes. La fortuna es causa de algunos bienes de los que también son causas las artes, y de otros muchos que proceden de la naturaleza. Así por ejemplo, de recobrar la salud es causa de un arte, mientras que de la belleza o del porte lo es la naturaleza. En términos generales, los bienes procedentes de la fortuna son aquellos de los que se tiene envidia. Y también es causa la fortuna de aquellos bienes que se producen sin razón, como es el caso de que los demàs hermanos sean feos y uno bello; o de que los otros no vieran el tesoro que uno de ellos encontró; o de que la flecha hiriese al que estaba al lado de uno, pero no a este; o de que faltase únicamente el que siempre acudía y, por su parte, perecieran los que solo vinieron una vez: en todos estos casos, efectivamente, parece intervenir la buena suerte.

Espero que les haya gustado el contenido del presente artículo. Si desea ver la versión audiovisual, podrán hacerlo a través del siguiente link. Nos vemos a la próxima. 


REFERENCIAS

.- Plutón Ediciones (2017) Retórica. Aristóteles. Páginas: 30-35. Libro I, Capítulo V. 
   Colección Eterna. España.




 
 


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