La Ética Epicúrea

Osmel A. Rivas Contreras
Ig.: @osmelalbertorivas

La ética epicúrea se basa en la premisa de que los seres humanos, al igual que otras especies vivas, tendemos a alejarnos de aquello que nos causa daño y dolor, y buscamos aquello que nos brinda placer y confort. En este sentido, para Epicuro, la filosofía debe tener como fin llevar a quien la estudia y la practica, a la felicidad, basándose, entre otras cosas, en la autonomía y la tranquilidad de ánimo. Puesto que la felicidad es el fin último del ser humano, la filosofía debe interesar a cualquiera independientemente de su edad o condición social.

La ética epicuria se fundamenta en dos polos diametralmente opuesto: el miedo, -que debe ser evitado-, y el placer, que se persigue por considerarse bueno y valioso. 


Sobre el miedo

La lucha contra los miedos que atenazan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro. Para él, son tres (3) los miedos más significativos y que, por razones obvias, deben superarse: el miedo a los dioses; el miedo a la muerte y el miedo al futuro. 

Con respecto al primer miedo, si bien Epicuro no era ateo, entendía que los dioses eran seres demasiados alejados de nosotros como para preocuparse de nuestras vicisitudes, por lo que no tenía sentido temerles. Por el contrario, los dioses debían ser un modelo de virtud y de excelencia a seguir, pues según el precitado filósofo, viven en armonía mutua, manteniendo entre ellos relaciones de amistad. Aunque, para serle honesto, no sé en que se basa este filósofo en señalar tal aseveración, toda vez que, en la mitología griega, abundan más las historías y los conflictos entre los dioses que sus pocas muestras de hermandad. Sin embargo, concuerdo con él al afirmar que los dioses, siendo arquetipos del ideal humano, dependiendo de los rasgos característicos de cada Dios, son un ejemplo a seguir en cuanto a virtud y templanza, verbigracia, la diosa Atenea, el Dios Seus, el Dios Hermes, etc. 

En cuanto el temor a la muerte, lo consideraba un sin sentido, puesto que, en palabras de Epicuro, 

"...todo bien y todo mal residen en la sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad." 

Al estar muerto, al menos con base en esta lógica, no sentiremos ni dolor ni placer, ergo, -tomando en cuenta que el miedo nace de nuestros sentimientos y sensaciones-, no deberiamos temer. Además, la muerte en nada nos pertenece ya que en principio, no estaremos concientes después de llegado el momento; mientras vivimos, no ha llegado aun (la muerte), y cuando llegue, que será inevitable, pues ya no viviremos, entonces, de qué nos preocupamos. Tiene mucho sentido. 

Por último, carece también de sentido temer al futuro, puesto que, en palabras del filósofo, 

"El futuro no depende enteramente de nosotros, ni tampoco es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir indefectiblemente, ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir." 

Esto nos recuerda que la vida es un continuo presente y que sólo podemos acceder al pasado a través de nuestras impresiones y recuerdos; el futuro es incierto; sólo el presente nos pertenece y es el momento o instante perfecto para llevar a cabo las acciones que nos puede guiar como resultado hacia el bien (felicidad), siempre que las decisiones sean las más acertadas, con base en los valores y principios de la virtud. 


Sobre la felicidad

Epicuro considera que la felicidad es un continuo placer. Ahora bien, de acuerdo con éste filósofo, no todos los placeres son necesarios o importantes, ya que algunos de ellos, llevados al exceso, pueden llevarte al dolor y al sufrimiento. Por tal motivo, hace una cuidadosa categorización de los placeres, indicando cuáles son recomendables y cuáles no. En tal sentido, Epicuro menciona tres (3) tipos de placeres: 1.- La naturales y necesarias: como el de alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad; 2.- Las naturales e innecesarias: las conversaciones amenas, la gratificación sexual y las artes, entre otros; 3.- Las innaturales e innecesarias: que se consideran superfluas (las cuales debe evitarse a toda costa) como la fama, el poder político o el prestigio. 

Basándose en esta clasificación, Epicuro formuló algunas recomendaciones entorno a cada una de ellas. Con respecto a la primera categoría de placeres, el hombre debe satisfacerlas de la forma más económica posibles, esto es, sin llegar a los excesos. En cuanto a la segunda categoría, el hombre puede perseguir los deseos natuales innecesarios pero hasta la satisfacción de su corazón, es decir, cuando logre sentir una plenitud personal, sin necesidad de obsesionarse con repetir las sensaciones y los placeres que tales actos les proporcione de manera recurrente. También señaló en este sentido, que el hombre jamás debe arriesgar su salud, la amistad y la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario aunque natural, pues esto sólo conllevaría a un mayor sufrimiento a futuro. Finalmente, advierte que hay que evitar a toda costa los deseos naturales e innecesarios, puesto que el placer o la satisfacción que producen son efímeros.

También distinguió entre dos tipos de placeres basados en la división del hombre en dos entes diferentes pero unidos entre sí (el cuerpo y el alma): los placeres del cuerpo y los placeres del alma. Con relación a los primeros, aunque los consideraba como los más importantes, muy en el fondo, proponía renunciar a ellas y buscar en cambio la carencia de apetito y dolor corporal; en cuanto a los segundos, los tenía como superiores a los corporales, toda vez que éstos tienen vigencia en el momento presente, pero a la larga son efímeros y temporales, mientras que los del alma, son más duraderos y además, pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo, como por ejemplo, la sabiduría, la virtud, etc. 

Epicuro señala: 

"Todo placer es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza."

Los placeres vanos no son buenos por cuanto acarreará dolor, y no sólo son los más difíciles de conseguir, sino además son los más fáciles de perder. 

También habla de la importancia de poseer una virtud para elegir y ordenar los placeres: la prudencia. El dicernimiento de los diferentes placeres a través de la recta prudencia, constituye el fin de la filosofía. Epicuro valoraba como placer fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor. En este sentido, señaló:

"La ausencia de turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento por su vivacidad. Cuando decimos entonces que el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los inmoderados, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma."

Epicuro agradeció a la naturaleza porque su filosofía no hubiera sido posible sin ella. Según los testimonios de la época, este filósofo vivía de forma austera, comiendo una dieta simple a base de pan, queso, aceitunas y bebiendo una copa de vino ocasionalmente. En resumen, para Epicuro, una vida plena privada, rodeada de amistades y de placeres moderados, con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, brinda en definitiva la felicidad.  

Podrán acceder al vídeo donde hablo sobre este tema a través de este link.


REFERENCIAS

.- Gonzalez C. (s.f.) Epicuro: La Ética del Placer. La Casa de la Ética.  

.- Deras R. (s.f.) Epicuro. Una ética centrada en el placer. Revista Centro Americana de Ética. 

.- Concepto (s.f.) Epicureismo

.- Fernandez-Blanco Inclan, J. (2018) Epicuro, o el hedonismo inteligente. Filosofía & Co

.- Rubio Montagud, N. (2022) Epicureismo: qué es, y propuesta de esta doctrina filosófica. Psicología y Mente. 


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